jueves, 14 de julio de 2011

I

Hay veces que te extraño. Vuelco palabras en una carta que no terminaré de escribir. Estás lejos. Esa distancia es el único vínculo entre tú y yo. La carta no llegará a tus manos. ¿Para qué? No gano nada con escribir. La vida es una derrota. Al final no hay dos pasos más allá de la muerte. Todo sucumbe al desencanto de los años. Ahora somos jóvenes y estamos lejos. Tanta ausencia. Los huesos arden en las noches de verano. La soledad cae desde arriba, como una estrella fugaz. Pronto cerraré los ojos. En el sueño recuperaremos los bríos para empezar desde cero.

domingo, 27 de marzo de 2011

Tu sueño

Estoy a la espera de una señal. El mundo es tan pequeño que mi idea no es imposible. O el mundo no es tan grande que no podamos encontrarnos en esta ciudad amurallada por la soledad. Te busco. Tal vez no sea la persona indicada, el hombre de tus sueños, pero qué importa, si no soy yo, alguien más llegará a tu vida, casualmente, y al final, te quitará de mi camino, de mi corta existencia. Te espero, acodado a un poste herrumbroso, en una esquina, mientras aguardo el cambio de luz del semáforo. Del otro lado, imagino, podrías estar esperándome, leyendo un libro, alguna novela de Bolaño, o de Llosa, no sé, o escribiendo una carta para tu mamá, que vive en otra parte, en Argentina, por ejemplo. Si no fuera así, no hay por qué desesperarse, seguramente aún estás en casa, durmiendo, con el sueño en su punto álgido, mirándome correr por calles inconexas, perderme entre rostros desconocidos, hasta llegar a tu puerta y tocar. Sí, toco la puerta, muchas veces, esperando que tarde o temprano vengas a abrirme, con tu bata transparente, tus ojos negros, tu cabello largo, tus labios gruesos. He recorrido casi la mitad del mundo por encontrarte.